Luego de terminar de recolectar una cosecha récord de trigo, con 9,77 millones de toneladas, Brasil se encamina a lograr la mayor marca histórica de producción de soja, con más de 150 millones de toneladas, y, clima mediante, también de maíz, con una previsión oficial de 125 millones de toneladas. Este escenario agrícola promisorio, que se complementa con el liderazgo del país en el mercado de exportación mundial de carne, entre otros logros, hoy se ve sacudido por el enfrentamiento entre una buena parte del sector agropecuario y el nuevo gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, que asumió el 1º de enero tras imponerse en el balotaje del 30 de octubre al anterior mandatario, Jair Bolsonaro, el candidato preferido por la agroindustria.
“El malestar de los productores brasileños se acentuó por los discursos de campaña de Lula, donde se evidenció su distanciamiento del agronegocio. Llegó a afirmar que parte del sector es fascista y de derecha. Y en otro momento dijo que impondría límites a las exportaciones de carne, sector donde Brasil es líder mundial”, explicó a LA NACION Raphael Mandarino, productor, ingeniero agrónomo y director Ejecutivo de AgResource Brasil.
Agregó que lo que más temen los agricultores son las políticas regulatorias en el contexto de las exportaciones de commodities y nuevos impuestos que perjudicarían directamente al productor.
En el mismo sentido, y en función de los dichos del presidente de otros funcionarios del actual gobierno, Daniele Siqueira, analista de mercados de la consultora brasileña AgRural, señaló que los productores temen por un posible incremento de los impuestos rurales, “como una eventual aplicación de derechos de exportación para productos agrícolas, similares a los que existen en la Argentina, y una excesiva intervención estatal en los mercados en momentos de precios elevados, con una eventual limitación de los volúmenes exportables”. Y añadió que, en rigor, “a la mayoría de los productores no les gusta que Lula esté en la presidencia. Pero la vida sigue y la atención está puesta en la producción. De hecho, nunca dejó de estarlo, incluso cuando hubo protestas en las carreteras y delante de los cuarteles”.
Y si bien de momento no hubo iniciativas oficiales que afectaran de manera directa al sector agropecuario, Siqueira refirió como hecho relevante el paso de la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab) del Ministerio de Agricultura y al Ministerio de Desarrollo Agrario, que está a cargo de la agricultura familiar y que había desaparecido en 2016, durante el gobierno de Michel Temer. “Una de las metas de este cambio es que la Conab vuelva a tener la capacidad de acopiar existencias amortiguadoras de alimentos para enfriar los precios en momentos de alzas. Esto es una intervención estatal en el mercado y no es algo que al sector rural le agrade ver, ya que es un retroceso en las lógicas del libre mercado y con el tiempo podría desalentar la producción de cultivos como el arroz y el trigo, y, quizás, hasta el maíz”, señaló.
Al respecto, Edegar Pretto, presidente de la Conab, dijo tras su nombramiento que además de las tareas que el organismo desarrolla en cuanto a estimaciones de producción e impacto de eventos climáticos, el gobierno quiere restablecer el papel de la Conab que fue “abandonado” en la gestión de Bolsonaro como una agencia que compra productos agrícolas cuando los precios son bajos y los vende en el mercado cuando los precios son altos, “buscando el bienestar de la población que quiere comida barata y el de los agricultores, que necesitan una producción bien remunerada. Durante el gobierno anterior esta política se abandonó y eso contribuyó a subir los precios de la canasta básica, tenemos que enfrentar la inflación de los alimentos”, dijo
Según Mandarino, el desánimo que campea en el sector rural ya comienza a tener impacto sobre las decisiones del sector. “Los productores están desanimados y preocupados por los pasos que está dando el nuevo gobierno. Tanto es así que se comienza a manejar la posibilidad de frenar inversiones por la incertidumbre y la inestabilidad que perciben en el horizonte político interno”, advirtió. Además, reconoció que buena parte de las protestas ocurren en regiones donde el agronegocio tiene más fuerza por los temores antes descriptos y por las referencias peyorativas hacia el sector que Lula viene haciendo.
En opinión de Ana Luiza Lodi, especialista en Inteligencia de Mercado de StoneX Brasil, los productores temen que la imposición de más impuestos a la agroindustria tenga por objetivo aumentar los ingresos para cubrir un mayor gasto público. Sin embargo, aclaró que como la cosecha de granos gruesos está comenzando, “la atención ahora se centra en las tareas de campo. Además, tras los hechos del 8 de enero en Brasilia, medidas de protesta como el bloqueo de rutas fueron prohibidas por el Supremo Tribunal Federal”.
Los cuestionamientos hacia un gobierno que lleva apenas tres semanas van más allá de lo atinente al campo. “En un espectro económico más amplio, hay temores compartidos por todos los brasileños que no están de acuerdo con las políticas de izquierda del nuevo presidente, como, por ejemplo, la pérdida de control sobre el gasto público, el aumento de la inflación, la desaceleración económica y la fuga de inversores extranjeros. Y en el espectro político, también existe el temor de ver cercenada la libertad de expresión y de iniciativas que limiten el derecho de los ciudadanos a defenderse en los procesos judiciales, reduciendo las garantías de propiedad privada y la seguridad jurídica”, detalló Siqueira a LA NACION.
Cabe agregar que las tensiones se agravaron tras los ataques de militantes bolsonaristas al Palacio del Planalto y a los edificios del Supremo Tribunal Federal y del Congreso Nacional en Brasilia, el 8 del actual. En medio de esos eventos violentos, considerados un intento de golpe de estado por la dirigencia del Partido de los Trabajadores, Lula dijo que “el agronegocio que quiere usar agrotóxicos sin ningún respeto por la salud humana posiblemente también estuvo ahí”.
Frente a esta declaración, que fue repudiada por entidades de productores, el Frente Parlamentario Agrícola (FPA), que reúne a legisladores de extracción agropecuaria, advirtió que “las declaraciones que atribuyen la participación del sector en los ataques son inapropiadas y no retratan la importancia real de la agricultura brasileña para el país. La bancada está en contra del acaparamiento de tierras, la deforestación ilegal y del uso irrestricto de pesticidas en los cultivos. Por ello, es importante aclarar que el FPA y los representantes del agro valoran la democracia y se oponen a cualquier acto que perjudique al país”.
Expectativa de cosechas
Estos ruidos políticos y resquemores ideológicos contrastan con una realidad productiva muy positiva en Brasil, hoy enfocada sobre la cosecha gruesa, que está encaminada a lograr marcas récord, pese a la vigencia por tercer año consecutivo de La Niña, que sigue poniendo a prueba, con lluvias menores a las normales, al extremo sur brasileño.
“En StoneX revisamos con una baja del 0,8% respecto del cálculo anterior la estimación para la producción de soja 2022/2023, que ahora es de 153,80 millones de toneladas. Esta reducción se debió principalmente a los ajustes realizados en Rio Grande do Sul y en Paraná, que se vieron afectadas por el clima adverso durante el último mes. Por otro lado, expectativas más positivas para los Estados de San Pablo y de Goiás ayudaron a evitar mayores pérdidas para la producción brasileña”, explicó Lodi a LA NACION.
Mandarino contó que AgResource estima el volumen de la producción de soja en 152,96 millones de toneladas y destacó que “la campaña se desarrolló bien y tiene potencial para ser récord, pese a algunos problemas específicos de falta de humedad en Rio Grande do Sul y en partes de Mato Grosso do Sul. En general, los cultivos recibieron lluvias con buena distribución en la mayor parte de Brasil”.
En el cierre de la semana anterior AgRural relevó el progreso de la recolección de soja brasileña sobre el 0,6% del área apta, contra el 1,2% de igual momento de 2022. “La cosecha está comenzando en Mato Grosso, pero aún es lenta debido al exceso de lluvias, como es normal en el centro de Brasil en esta época del año. Nuestra estimación de producción es de 152,90 millones de toneladas”, dijo Siqueira. Añadió que la cosecha tiene muy buen potencial en la mayor parte del país, “pero hay pérdidas ocasionales en el oeste de Paraná por la falta de lluvias a finales de diciembre. Rio Grande do Sul todavía tiene la cosecha abierta, ya que siembra más tarde y su productividad se define entre enero y febrero. Hasta el momento el Estado sufre un clima cálido y seco, pero aún no tiene pérdidas significativas porque la mayor parte del área aún está en desarrollo vegetativo. Sin embargo, si persiste el tiempo seco, habrá pérdidas”.
El jueves de la semana anterior la Conab redujo de 153,48 a 152,71 millones de toneladas su previsión sobre la producción brasileña y de 96,59 a 93,91 millones la proyección de las exportaciones, datos muy superiores a los de la campaña 2021/2022, de 125,55 y de 78,93 millones de toneladas, respectivamente. Por su parte, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) proyectó la cosecha y las ventas externas de Brasil en 153 y en 91 millones de toneladas.
Acerca de la producción de maíz, que en Brasil se divide en tres etapas, el volumen de la primera cosecha –está en sus inicios– fue ajustado por StoneX de 28,60 a 26,90 millones de toneladas respecto de diciembre. “La caída responde a la expectativa de una mala cosecha en Rio Grande do Sul por la irregularidad de las lluvias observadas durante la segunda quincena de noviembre y durante las primeras semanas de diciembre. Por esta razón, a mediados del mes pasado habíamos ajustado la producción de dicho Estado de 5,40 a 4,50 millones de toneladas. En las últimas semanas de diciembre el desarrollo de las cosechas continuó siendo penalizado por la sequía, lo que provocó una nueva reducción en nuestra previsión de producción a 3,50 millones de toneladas”, explicó a LA NACION João Lopes, analista de mercados de StoneX Brasil.
Agregó que para la segunda cosecha de maíz 2022/2023, que es la que aporta cerca del 77% de la producción total del cereal brasileño y cuya siembra comienza en los próximos días, StoneX proyecta 99,58 millones de toneladas, volumen un 5% superior al registrado en el ciclo 2021/2022. “Actualmente las expectativas son favorables para la segunda cosecha, pero es importante señalar que habrá un largo camino por delante y que el ciclo de invierno es más riesgoso. Por lo tanto, será importante continuar monitoreando de cerca el clima, ya que los números están sujetos a revisiones. De momento, nuestra valoración sobre la producción total de maíz es de 128,70 millones de toneladas”, dijo Lopes.
La semana anterior la Conab ajustó de 125,83 a 125,06 millones de toneladas su cálculo sobre la producción total de maíz brasileño 2022/2023, pero sostuvo en 45 millones el cálculo sobre las exportaciones. Ambas cifras se mantuvieron por encima de los 113,13 y de los 43,50 millones de toneladas de la campaña anterior, respectivamente. El USDA calculó la cosecha y las ventas externas brasileñas en 125 y en 47 millones de toneladas.
Ritmo lento de las ventas
En cuanto al impacto que las tensiones políticas podrían tener sobre la comercialización de la nueva cosecha, los especialistas consultados argumentaron que más relevante es –y será hacia adelante– el rumbo de la paridad entre el real y el dólar.
“En este momento la relación real/dólar es el factor más importante en la decisión de venta del productor. No tanto por el cambio de gobierno, sino más bien porque los demás elementos formadores de precios no son precisamente positivos. Sobre todo, en el caso de la soja, que puede tener una caída importante en dólares en los próximos meses si la cosecha brasileña efectivamente llega a rondar los 150 millones de toneladas y la demanda, principalmente de China, no crece al mismo ritmo. Entonces, el dólar más alto puede ser una forma de mejorar los precios en reales y estimular las ventas de los productores”, explicó Siqueira.
Igualmente, la especialista advirtió que nada garantiza que el dólar se mantenga al alza frente al real, de hecho, en las últimas semanas la paridad evidenció una fuerte volatilidad. “Aunque hay una tendencia al alza debido a los temores del mercado respecto de medidas populistas del nuevo gobierno, muchos activos brasileños se consideran gangas en el mercado internacional y eso puede favorecer una apreciación del real en los próximos meses”, advirtió. Un movimiento en ese sentido les restaría competitividad a las exportaciones brasileñas y les quitaría incentivo a las ventas de los productores.
“Hasta principios de enero se vendió el 24,2% de la cosecha de soja nueva, contra el 39% a igual fecha de 2022, y el 6,5% de la primera cosecha de maíz, frente al 16% comercializado un año atrás”, detalló Lodi y argumentó que el nuevo gobierno “no debería tener un impacto sobre el comercio, al menos por ahora. Las ventas son más lentas porque el productor está bien capitalizado. Los momentos de un dólar favorable (con un real más débil) tienden a impulsar los negocios”.
Para Siqueira los productores ralentizaron sus ventas de soja debido a la expectativa de que los precios suban durante la cosecha, como ocurrió en los últimos tres años. “Sin embargo, en 2023 es poco probable que esto suceda, especialmente si no hay malas cosechas. En este caso, toda esperanza de mejoras en los precios (o de caídas menos pronunciadas) recaen sobre la relación real/dólar”, explicó.
Y en cuanto a la comercialización de la primera cosecha de maíz, contó que suele evolucionar en forma lenta y despegar solo después de la cosecha, en febrero. “Pero este año las operaciones van más lentas de lo normal y el motivo no es tanto la expectativa de precios más altos (aunque eso también pesa), sino el miedo a una mala cosecha, como sucedió en 2021, cuando hubo que renegociar contratos. Por ahora, los productores del centro-sur de Brasil están enfocados en vender la segunda cosecha de 2022″, concluyó.
Fuego cruzado entre el ministro de Agricultura y Aprosoja
La designación de Carlos Fávaro como Ministro de Agricultura y Ganadería también cayó en la grieta abierta entre el sector agropecuario y el gobierno de Lula. Mientras para Lodi el nombramiento fue considerado “una buena elección” y, en general, “fue bien recibido por el sector porque tiene experiencia en agricultura y es capaz de dialogar con los productores”, para Siqueira “no es el ministro que la mayoría del sector rural quisiera tener”.
Con un pasado cercano como vicepresidente de la Asociación de Productores de Soja y Maíz de Brasil (Aprosoja) y como presidente de Aprosoja Mato Grosso (MT), los primeros pasos de este ingeniero agrónomo de 53 años fueron cuestionados por la misma entidad de la que fue parte.
“Los rumbos y decisiones de política pública para los próximos cuatro años provenientes del Ministerio de Agricultura y Ganadería preocupan. La cercanía a agendas dirigidas a grandes grupos económicos y, también, a organizaciones como el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), dejan dudas sobre la acción dirigida a la gran mayoría de los productores rurales en el país”, dijo a través de un comunicado Aprosoja-MT antes de que el funcionario cumpliera una semana en el cargo.
La entidad reconoció que es potestad del gobierno elegir a la persona que tiene las cualidades para asumir el cargo, “pero la posición institucional es la que genera preocupación, por las actitudes del actual ministro desde antes de asumir, como el abordaje de los movimientos de invasión de tierras que atemorizan mucho al sector productivo, porque la esencia de la producción es la propiedad privada”.
En una reciente entrevista con la revista Veja, Fávaro recogió el guante y contraatacó: “Aprosoja fue un símbolo (de resistencia al actual gobierno), incluido el apoyo a actos antidemocráticos, lo cual es inapropiado y debe ser reprimido. Fui presidente de la entidad en mi Estado. Es la mayor asociación de productores de Brasil. Pero no puedo cerrar los ojos. Miembros de Aprosoja sí participaron en actos antidemocráticos. Un delegado de la entidad fue detenido prendiendo fuego a un camión en una plaza de peaje. No estoy trabajando con hipótesis, estos son hechos reales. Es realmente lamentable”. Y añadió: “Es muy fácil para un líder instigar y decir lo que sus subordinados quieren escuchar. Es difícil llevar a uno a la razón, al respeto por las leyes y las reglas, incluso si esto va en contra de lo que el líder quería. El aliento verbal de los actuales ocupantes de los directorios de Aprosoja llevó a muchos productores a perder el sentido del compromiso con la democracia”.
Acerca del enfrentamiento que se evidencia entre el sector rural y el nuevo gobierno Fávaro lo atribuyó acciones de desinformación. “Durante la campaña electoral se repitió en todo momento en las redes sociales que ‘si Lula gana las elecciones se acabará con el derecho de propiedad’; que ‘si Lula gana las elecciones volverán las invasiones de tierras’; que ‘si Lula gana las elecciones se gravarán las exportaciones’. Todo esto era mentira, sobre todo porque Lula ya fue presidente de la República y no quitó los derechos de propiedad a nadie, no impuso impuestos a las exportaciones y no toleró invasiones ilegales”.
En cuanto a las acusaciones que pesan sobre empresarios del agronegocio como financistas de los disturbios en Brasilia, Fávaro respondió: “Lamentablemente, creo que es cierto. Son parte de esa poca gente, pero muy enfadada, que no le hace ningún bien a la agroindustria. Los que deforestan e incendian ilegalmente son los mismos que ahora atentan contra nuestra democracia. Deben ser castigados rigurosamente por el bien de la agroindustria y de Brasil”.
El martes, tras la publicación de la entrevista, Aprosoja-MT respondió que en la entidad “no hay, ni ha habido nunca por parte de su directorio apoyo o estímulo a la depredación de la propiedad pública o privada. Llegó el momento de que el ministro Fávaro deje de mirar el espejo retrovisor y mire hacia adelante, trate de recuperar las atribuciones que perdió el Ministerio y se preocupe de verdad por políticas agrícolas que traigan beneficios a los productores”.
Sobre los primeros movimientos de Fávaro, Mandarino señaló que las declaraciones del nuevo Ministro apuntan en la dirección de “cambiar la imagen de Brasil con la implementación de políticas de producción sostenible; descarbonización de algunas cadenas productivas; tasas de interés reducidas por buenas prácticas ambientales y sociales, además de priorizar el financiamiento y la igualación de intereses para los pequeños productores. Sin embargo, las buenas intenciones podrían tropezar con un problema práctico: el presupuesto. Por tanto, queda abierta la chance de ver un gobierno con gastos por encima de lo saludable, lo que podría generar volatilidad sobre el tipo de cambio”.
Ese cambio de imagen de la agroindustria brasileña Fávaro lo plantea en función de las crecientes exigencias mundiales en materia ambiental. “Brasil no está respetando el Código Forestal y esto necesita ser corregido. Nuestro país se convirtió en un paria mundial en materia de políticas ambientales. Ya estamos empezando a sufrir sanciones internacionales por esto. Tenemos que rescatar la conciencia de que es necesario respetar el ambiente. No porque el mundo lo quiera, sino porque lo necesitamos. Esta es la única forma en que abriremos aún más mercados para nuestros productos”, dijo el funcionario en la entrevista con Veja.
Agregó que en los cuatro años precedentes algunos representantes del agronegocio “deforestaron y quemaron ilegalmente con la connivencia del gobierno anterior. Esta, por cierto, es una de las razones por las que ciertos sectores resisten el regreso del presidente Lula, estaban disfrutando de esa ilegalidad. Entonces, en el fondo, querían que esas políticas continuaran. Cabe destacar que más del 95% de los productores hacen las cosas bien. Los que hacen todo mal son una minoría y son los que dañan la imagen de nuestra agroindustria”.