Mientras en Estados Unidos la recolección de soja progresa sobre el 60% del área apta con rindes que sustentarían una producción 2021/2022 de 121,06 millones de toneladas, la marca histórica más grande para ese país, Brasil apura el paso hacia una cosecha récord de la oleaginosa, con siembras adelantadas frente a los tiempos usuales gracias a la humedad aportada por las buenas lluvias de septiembre y de lo que va de octubre, que alientan a poner las expectativas más allá de los 140 millones de toneladas.
En su primera estimación sobre la campaña 2021/2022, recientemente la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), dependiente del Ministerio de Agricultura de Brasil, proyectó la cosecha en 140,75 millones de toneladas, un 2,5% por encima de los 137,32 millones del ciclo 2020/2021. Para dar ese salto, la intención de siembra fue prevista en 39,93 millones de hectáreas, contra los 38,92 millones precedentes.
Pero entre los privados las expectativas son aún más halagüeñas. Para la filial Brasil de la corredora estadounidense StoneX, se sembrarán con soja en esta nueva temporada agrícola 40,45 millones de hectáreas, en tanto que la cosecha será de 144,26 millones de toneladas, en función de un rinde promedio calculado en 3,57 toneladas por hectárea. Muy cerca de estas cifras, la consultora brasileña AgRural pronostica 40,20 millones de hectáreas cubiertas con la oleaginosa y un volumen récord de producción, de 144,30 millones de toneladas. La semana pasada, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) mantuvo su proyección en 144 millones de toneladas.
“Buenas lluvias desde finales de septiembre hasta ahora en varios Estados productores animan a los agricultores a adelantar las siembras y a avanzar con rapidez”, contó a LA NACION desde Paraná, al sur de Brasil, Daniele Siquiera, analista de mercado de AgRural. La firma relevó ayer el progreso de la siembra sobre el 22% del área apta, contra el 8% de igual momento del año pasado. “Este nivel de progreso de la siembra es el segundo más importante histórico, solo detrás del 34% alcanzado para esta misma fecha en la campaña 2018/2019″, destacó la especialista y agregó que si bien las precipitaciones aún no son exactamente regulares, “sí resultan mucho mejores que las de 2020. Además, los pronósticos muestran volúmenes y coberturas más consistentes en las próximas semanas”.
En el mismo sentido, desde San Pablo, João Pedro Lopes, analista de mercados de StoneX, señaló que las lluvias favorecieron con volúmenes importantes regiones productoras muy relevantes para Brasil, como el sur y áreas de Mato Grosso. “Este comienzo de ciclo más húmedo en comparación con el inicio de la campaña 2020/2021 es el principal fundamento del acelerado ritmo de siembra. Es importante destacar que de esta situación el mayor beneficio será el maíz de la segunda cosecha, ya que podrá ser implantado dentro de la ventana ideal, tras la cosecha de la soja”, explicó. El maíz de la segunda cosecha, denominado también como safrinha, es el que aporta entre el 73 y el 75% de la oferta total del cereal brasileño.
El rápido progreso de la siembra de soja también fue destacado por el Instituto de Economía Agrícola Mato-Grossense, que el viernes pasado relevó un avance sobre el 45,06% de la superficie proyectada para el Estado de Mato Grosso, el mayor productor, frente al 8,19% del ciclo anterior y al 25,83% promedio de los cinco años precedentes.
Una “Niña” a la vista
Según los augurios meteorológicos, Sudamérica volverá a estar bajo la influencia del fenómeno Niña, que sobre buena parte de la región se expresa con lluvias inferiores a los registros normales. “La posibilidad de que se repita la Niña, con el potencial de resultar en un clima más seco en el sur de Brasil, causa cierta preocupación. Sin embargo, incluso si el fenómeno se confirma, no significa que este patrón de sequía se materializará de manera efectiva y que dañará los cultivos”, dijo Lopes.
Para Siquiera, la Niña no es garantía de menor productividad. “Ya tuvimos otros años bajo este fenómeno y Brasil produjo soja muy bien, favorecida por otros fenómenos climáticos. Sí es cierto que los productores del sur brasileño a menudo le temen a la Niña porque puede intensificar la tendencia de los períodos cálidos y secos en diciembre, enero y en febrero, cuando la soja llena los granos. Cuando esto sucede, tenemos una reducción de la productividad. El tamaño de esta reducción depende de cuándo ocurre el período más caluroso y seco y de los Estados afectados. La Niña es una ‘lotería’ para los productores del sur y causa preocupación. Pero no es garantía de que haya malas cosechas”, analizó.
La celeridad que se evidencia en las tareas de campo contrasta con la lentitud con la que evolucionan las ventas anticipadas de este ciclo comercial 2021/2022. “Con el productor capitalizado y concentrado en el trabajo de siembra, hubo pocos incentivos para realizar negocios en las últimas semanas. Según nuestro informe de marketing, el 29% de la nueva cosecha se había comercializado a fines de la primera quincena de octubre, por detrás del 53% de igual momento de la campaña anterior”, contó Lopes a LA NACION.
En tanto que AgRural calcula comercializado el 25% de la nueva cosecha, contra el 54% de igual momento de 2020 y el 31% promedio de los últimos cinco años para finales de septiembre. “El productor brasileño está vendiendo más lentamente porque el año pasado, al anticipar demasiado esas ventas, terminó comercializando su soja a precios más bajos que los vistos después, tras la tendencia alcista que se dio durante la cosecha y también en los meses siguientes. En el norte de Mato Grosso, por ejemplo, el precio promedio de comercialización de la cosecha pasada fue de 104 reales por saco de 60 kilos, cuando que el máximo del año alcanzó los 170 reales a mediados de agosto. Para esa fecha los productores de la región habían vendido casi toda la soja 2020/2021. Con ese antecedente, ahora el productor está optando por esperar precios más altos para vender, con la creencia de que las cotizaciones subirán de la misma forma que lo hicieron el año pasado, algo de lo que no hay garantía alguna”, explicó Siquiera.
En ese sentido la analista destacó que la reciente caída de los precios de la soja en Chicago fue natural, debido a la entrada de la nueva cosecha estadounidense en el mercado. “El productor brasileño no se asustó por esta caída porque la demanda externa, especialmente china, se mantuvo muy activa, dando fuerza a las primas de exportación locales. Además, el real permanece devaluado, en una relación de alrededor de 5,50 reales por dólar, lo que limita el impacto de la caída de Chicago sobre los precios brasileños”.
Entre el cierre del 10 de agosto y hoy, el valor de la soja cayó un 15,7% en la Bolsa de Chicago, de 535,44 a 451,21 dólares por tonelada.
En opinión de Lopes, el descenso visto en las últimas semanas en Chicago respondió a tres factores: las revisiones en las estimaciones del USDA, que ubicaron las existencias estadounidenses y mundiales por encima de las expectativas del mercado; el ritmo debilitado de las exportaciones de Estados Unidos, y el avance de la cosecha de soja en ese país. “Se espera que el mercado continúe monitoreando el ritmo de las ventas estadounidenses, que es considerablemente más lento que el del año pasado. Cabe tener en cuenta que el mejor período para las exportaciones estadounidenses es el último trimestre del año y estos retrasos que se ven ahora generan incertidumbre sobre cuánto podrá despachar EE.UU. antes de la llegada de la nueva cosecha brasileña, a principios de 2022″, advirtió el especialista.
Siquiera coincidió con que en los próximos meses los precios en Chicago se verán influenciados por el ritmo de las exportaciones estadounidenses y por el clima vigente para la cosecha sudamericana. “Si la cosecha en América del Sur es buena, las cotizaciones en el mercado estadounidense pueden caer todavía más hasta principios de 2022. De suceder esto puede ocurrir que el productor brasileño se asuste y acelere las ventas de la nueva cosecha, por temor a que los precios retrocedan aún más en el futuro, en contra del razonamiento que lo llevó a diferir las ventas anticipadas. Por otro lado, 2022 en Brasil se prevé como un año de dólar fuerte frente al real, porque tenemos elecciones presidenciales en octubre y ello suele poner muy nerviosos a los mercados. En un escenario de dólar más alto el productor podrá contar con precios más fuertes en reales. Sin embargo, ese movimiento de las monedas hará que los costos de producción –que hoy ya son elevados por el fuerte incremento de los fertilizantes– sean aún más elevados para la cosecha 2022/2023″, concluyó la especialista de AgRural.
Insumos más caros
Respecto del valor en alza que están experimentando los insumos agrícolas, Luigi Bezzon, analista de fertilizantes de StoneX en Brasil, explicó a LA NACION que el impacto de esas subas no será relevante sobre la campaña de soja 2021/2022, porque la mayoría de los productores cerraron las compras durante el primer semestre de 2021, cuando los fertilizantes se negociaban con precios significativamente más bajos y cuando los términos de intercambio estaban en niveles históricamente positivos. “La preocupación de los productores por los niveles actuales de los precios de los fertilizantes se concentra sobre la próxima campaña 2022/2023, ya que solo se compró una pequeña parte de los volúmenes necesarios de fertilizantes”, señaló.
De igual modo, más allá de que también una buena porción de los insumos necesarios fueron adquiridos, la segunda cosecha de maíz, que se siembra tras la recolección de la soja, podría verse afectada por el fuerte aumento de los precios de los fertilizantes. “Todavía hay un volumen significativo de fertilizantes (nitrógeno, fósforo y potasio) que debe importarse en condiciones históricamente muy malas para los agricultores. Existe mucha discusión entre los productores sobre una eventual reducción de los volúmenes aplicados por hectárea (que podría estancar la productividad) e, incluso, sobre una expansión menor a la inicialmente prevista en el área destinada al maíz –la Conab prevé que la superficie para la segunda cosecha crezca de 15 a 15,87 millones de hectáreas– por el aumento de los costos. En general, creo que esos mayores costos podrían desalentar parte del incremento esperado en algunas regiones, ya que un aumento de superficie demandaría volúmenes extra de fertilizantes, lo que hoy puede resultar económicamente insostenible”, dijo Bezzon.